Tema del Mes > Diciembre 2021

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La palabra y la vejez”, es el título de una interesante reflexión que recientemente me compartió Olga Demay Serrano. A sus 90 años de edad, ella ha logrado la excelencia en la palabra, escrita y hablada —como lo constata su impresionante Curriculum Vitae—, pero también ella es un ejemplo que todos debemos seguir en relación a la vejez, esa etapa de vida de “aquel que va delante” (de acuerdo a la etimología de la palabra "vejez").

Porque sólo “aquel que va delante”, que como Olga camina creando y recreando, a sus 90 años se da el lujo de impartir conferencias y dar entrevistas, y de recién publicar un nuevo libro, “Glosario de Falsos Amigos francés-español” (Barker @ Jules, 2021), aunado a sus trabajos y co-autorías anteriores (del tipo cuentos infantiles, novelescos y biográficos, entre otros: “Del Boleo al Bombardeo”, “Carlos en busca de sus raíces”).

Disfruten de la frescura y optimismo que emana de Olga Demay Serrano, quien sin duda es de aquellos que no se han detenido en su Camino de Vida, en su proceso de individuación, de "aquellos que van delante”.

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Fundadora y Directora
Editorial Fata Morgana
México
Diciembre de 2021


La palabra y la vejez
Por Olga Demay Serrano

Nacida en Baja California Sur (BCS), México.
Profesora de francés, intérprete simultánea, traductora y escritora.
Con licenciatura en lingüística, opción español, por la Universidad de Poitiers, Francia.
Miembro Fundador de la Asociación de Profesores de Francés de México, AMIFRAM, A.C.
Miembro del Colegio Mexicano de Intérpretes de Conferencias, A.C.
Recipiendaria de las "Palmas Académicas", en el Grado de Caballero, otorgado por el gobierno francés.


A mis noventa años sigo jugando con las palabras.
Me gusta que digan exactamente lo que quiero que digan.

Así, uno de mis enemigos son las palabras que aparentemente expresan algo pero, si las desvestimos descubrimos que son engañosas, que nos tienden trampas, que nos hacen caer en contradicciones.

¿Por qué? Porque las palabras viven, se dejan sacudir por la moda, se amoldan a las necesidades de las sociedades, sucumben ante la influencia de sus primos en otra lengua —éstos las obligan a copiar los vocablos que requieren los progresos de todo tipo, y que se quieren dar a conocer—, y despacito, sin casi darnos cuenta, van cambiando de sentido. A veces conservan algo de sus orígenes, en otras se constituyen como distinta entidad. Hay que estar alerta para no dejarse arrastrar por sus engaños.

Es bonito acorralarlas, obligarlas a desnudarse, a expresarse con verdad, hacer con ellas juegos de palabras, buscar las que mejor expresen nuestros pensamientos, crear metáforas. Los humanos vivimos en nuestras palabras, sin ellas no podríamos ser gregarios, ser miembros de las comunidades, conocer y dar(se) a conocer.

A veces es correcto que cambien de sentido, cuando cambian de escenario. Palabras cotidianas, cuando tienen que hablar psicología o filosofía, o ciencia, de repente cambian de ropaje. No dicen exactamente lo mismo pero no engañan, nos avisan, o tenemos que comprender que están en otra esfera.

¡Las palabras son bellasFlag Counter Vale la pena cultivarlas!

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