Es un placer presentarles a María
Mora Viñas, quien ahora presenta un escrito anticipando el próximo
libro que la editorial va a publicar.
Es muy grato leer su estilo de
escritura, sencillo pero profundo, que delata un primer acercamiento
intelectivo con ella, para poder descubrirla más plenamente en su
próximo libro.
Dra.
María Guadalupe Abac Archundia
Agosto 2017
Cuando llega la enfermedad…
© María Mora Viñas
Valencia, Agosto 2017
Cuando llega la enfermedad, en este caso el cáncer, para la persona
enferma es como un rayo que cae sobre ella de forma inesperada desde un
cielo despejado y azul: algo incomprensible, difícil de entender, y más
todavía de aceptar, algo que pone toda su vida del revés.
Por suerte, el cáncer, como toda enfermedad, habla a través de sus
símbolos, y estos símbolos están en los mismos síntomas, en los sueños,
o en el cuerpo. Y para la enferma, o el enfermo, es como si el mundo a
su alrededor se llenara de mensajes, o quizás ella, o él, los buscan
desesperadamente para encontrar un sentido a lo que está ocurriendo.
Sea como sea, se establece un diálogo, una relación, una búsqueda, y
con suerte, un encuentro, y dos aspectos que antes estaban
distanciados, como tan a menudo lo están el consciente y el
inconsciente, ahora se acercan, se miran, se escuchan, se hablan…
Y la enferma, o el enfermo, va descubriendo un mundo que quizás estaba
ahí todo el tiempo, pero que no podía ver. La lluvia de mensajes
de la enfermedad va haciendo su aparición, por lo que comienza una
tarea urgente e indispensable: comprender qué es lo que quiere esa
maldita, o sagrada, enfermedad que nos lleva por caminos a veces tan
dolorosos, donde todo resulta tan enigmático que nos preguntamos por
qué de repente la enfermedad parece nuestra enemiga y sin embargo otras
veces la sentimos tan íntima y cercana.
La enfermedad nos arrastra y nos hace transitar por espacios por donde
no queríamos ir, caminos que nos resistíamos a emprender. Fingíamos no
escuchar, adoptábamos la actitud de dejar las cosas para otro día, pero
la enfermedad nos sitúa en el centro del huracán, y desde allí tenemos
que aprender, ya sin dilación, a ver la vida de otra manera.
Y ya no vale dejar las cosas para mañana porque, en el peor de los
casos, puede ser que no haya un mañana, y tampoco podemos retrasar
mirar de frente de una vez a una realidad que se ha cansado de esperar
y ahora se acerca amenazante, quizás porque sabe que seguramente es la
única manera que tenemos de abrir los ojos y comprender qué es lo que
está ocurriendo en esos espacios rechazados y alejados del alma que
quieren entrar a formar parte de nuestra vida.
Entonces descubrimos que la enfermedad nos trae ese diálogo durante
tanto tiempo anhelado por la totalidad de nuestra psique y que nos
empeñábamos en negar. A partir de ese momento todo empieza a ser
diferente: hablamos con lo que estaba mudo, escuchamos lo que no
queríamos oír, vemos con una mirada nueva, y aspectos inesperados de
nuestra alma se desvelan, se abren nuevos espacios psíquicos donde
habitar, se transforma la vida
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