Fiestas, celebraciones, simulacros, sólo son algunos de los nombres que se les da a los eventos que reúnen pueblos, barrios o comunidades.  Son la visión de la enorme riqueza y entrega de la gente que participa en un sin-número de festejos en nuestro país. En algunos pueblos se dice que cada día tiene su fiesta. En esta muestra sólo figuran unos cuantos ejemplos que, sin embargo, logran captar la pasión que despiertan, la espontaneidad, capacidad de asombro, gozo, creatividad y generosidad de los protagonistas y del público.

La duración de estas fiestas, aunque sea cuestión de horas, mantiene viva la historia y la hace presente. Esa historia es un trampolín para el futuro al tener sus raíces bien ancladas. Es una brújula para la creación. Indica una dirección y también es símbolo de un punto de partida, sin el cual todo camino deja de ser viable.

Nuestras raíces son origen del alma; sin ellas seríamos incapaces de darle importancia a lo que nos rodea, perdiendo sensibilidad a la belleza, a los valores, a la vida misma. Muere el espíritu. Estaríamos desalmados.

Al mantener vivas las fiestas, nuestra memoria ancestral, estamos reconociendo la fuerza que nos heredan muchas generaciones con su presencia y respaldo. El futuro no está trazado y puede tomar rumbos diversos. Son estas tradiciones que nos dan un referente, nutren el alma y alimentan nuestra capacidad y deseo de creación.

El uso frecuente de la pirotecnia, con su tronido ensordecedor, es un llamado. Despierta el recuerdo y la memoria, atrae, buscando el pasado para abrir una brecha en el tiempo.

México es sinónimo de fiestas, como las fiestas lo son de dedicación y entrega, de creación y de vida.

Daniel de Laborde Yturbe
Mayo 2014
México

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