Tema del Mes > Junio de 2011

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que con gusto haremos llegar a los autores respectivos.

En México se festeja el Día del Padre en el mes de junio. Es por esto que dedicamos ahora el Tema del Mes a presentar un trabajo creativo, bellamente realizado por Viviana en forma de cuento, que trata el tema de un padre héroe solar y del camino que tuvo que recorrer para lograr manifestar sus emociones contenidas: amor, tristeza, compasión, ternura, generosidad, etc. Y, sobre todo, lograr una apreciación de la vida en base a la realidad física y psíquica del diario vivir.

El problema del padre ausente es un problema cultural muy común. Se puede dar por distintas razones, por ejemplo: un padre débil, un padre abandonador, un padre absorto en el trabajo o, como en el cuento, un padre héroe solar, admirado por los hijos pero que no se relaciona con ellos como ser humano.

Este cuento es la creación de Viviana después de tres años de análisis para sanear el aspecto padre-creatividad y reconocer lo valiosa que ella es como mujer, madre, esposa y artista. La autora lo adorna además con dibujos hechos por una niña y completados por ella misma.

Viviana tiene un espíritu muy creativo, lúdico, espontáneo; extrañamente, ya que nos vemos sólo una vez al mes, hemos tenido sesiones de análisis de hasta 4 horas continuas. Es tal el material creativo en ella que mantiene mi atención constante, como ustedes lo van a poder apreciar en el cuento, pues seguramente lo leerán de principio a fin sin parar, y les dejará un sabor… un sabor... ¡¡¡que espero Ustedes me lo puedan describir en sus comentarios!!!

Al finalizar el cuento encontrarán algunos comentarios míos amplificando el texto y lo que para mi significa.

¡¡¡ Muchas gracias Viviana por tu hermosa aportación !!!

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Junio de 2011



El Rey y su hada
por Viviana

    Invierno y sereno helado, la vida en los campos parece descansar bajo un efecto adormecedor del frío, pero durante este periodo hay un día en el que Venus y Saturno entibian el aire. La obstinada helada comparte sus dominios con  el calor de Afrodita quien pasa embelleciendo la naturaleza y exaltando las emociones; aquel día nace una hadita de chapitas rosadas y de mirada encantadora y desconfiada.

    La pequeña, despertando, oye dos voces que la llaman: “Antje”. Voltea hacia el sol y se encuentra con los ojos del Rey que no cesa de contemplarla. Ella siente llenarse de luz, sus alas se abren y descubre que puede volar. El mundo en el que nace es un hermoso jardín floreado regido por la ley del orden y disciplina y ella con su vivacidad lo tiene todo para bañarlo de  colores, magia y risas. El Rey cautivado con la gracia de la hadita, entre música y cantos, goza con ella en su propio jardín.
   
Diariamente, al amanecer, la hadita espera ansiosa a su Rey de orgullo y de espada,
para recrear juntos su espacio exclusivo vestido de magia. Pero siempre llega el momento
en el que se presenta la bruja de los cabellos dorados que caen a forma de río
y con sus hechizos atrae al Rey alejándolo de la hadita que no oculta su fastidio.

Un intruso

    Un día el Rey lleva a la hadita a pasar el tiempo frente a un estanque cristalino. Ella viste su faldita de tul y con sus piececitos tensados a forma de punta danza sobre el agua con giros y ritmo suave, creando su música a sonido de violín con el rozar de sus pies sobre la superficie cristalina. Sus manitas delicadas parecen flotar al aire como pétalos que serpentean graciosamente y el Rey la observa atónito y encantado, hasta que un repentino crujir de hojas lo distrae de la fascinante escena.

    El ruido pareció haber surgido de la cima del árbol frente al Rey. Caminando sobre una rama aparece de entre el verdor un duendecillo de cabello castaño, vestimenta sencilla y mirada analítica y misteriosa. Habiendo este atraído la atención del Rey da un salto desde lo alto y desciende con sorprendentes piruetas en el aire, hasta el momento en el que el agua lo recibe con un clavado perfecto que omite sonido alguno. Este pequeñín suele irritar a la hadita con sus apariciones inesperadas y con su presencia silenciosa que abarca tanto espacio y, ahora ella, no comprendiendo  cómo este duendecillo inoportuno pudiera haber roto su espacio mágico con el Rey, cruza sus brazos y con una expresión encorajinada vuela detrás del ágil intruso, que ya estaba en pie, y lo hacer caer de nuevo al estanque.

    El Rey sigue sorprendido por la agilidad del duendecillo e inmediatamente se acerca a él sin parar de aplaudirle y de felicitarlo.  Con sus manos lo toma de la cintura y lo levanta en alto, el pequeñito de no más de cinco años le regala una sonrisa y es entonces cuando el Rey siente un golpe en una pierna y ve a su hadita alejarse perdiéndose de vista entre la hierba.

El héroe

    Uno de aquellos días soleados en el jardín, la calma se interrumpe por un intenso grito del Rey. Lleno de furia y cólera azota las manos, hace caer cosas a su paso con gran escándalo y su voz se  oye aún fuera de su reinado. La bruja dorada, tan hermosa como siempre con su vestido luminoso de fierro, intenta detener al Rey con sus encantos y hechizos, pero él la ignora. Su rabia termina por quemar y destrozar gran parte de las flores de su jardín y solo entonces, vuelve la calma.

    Todo quedó inmóvil y en ese silencio el Rey logra percibir la triste mirada de desilusión de la bruja dorada. La hadita indignada ante la actitud de la mujer de los cabellos de río, vuela frente a ella con la cabeza erguida y llena de orgullo, se acerca al Rey, lo toma de la mano y lo conduce a la cima de una montaña donde juntos pudieran contemplar el infinito horizonte al que podría el Rey extender sus dominios, sin la intervención de aquellos que, como la bruja, no lo comprendían.

    Al poco tiempo el cielo rojo anuncia el ocaso, el sol desaparece, más la honra del Rey permanece un día más intacta.

El Rey recurre a la Pitonisa

    Obscuridad, noche de luna nueva, no hay luz que alumbre los campos y todo parece ocultarse bajo un espeso negror. El Rey duerme, mas un sueño inquietante lo turba toda la noche. En él se ve a sí mismo viejo, con su cabello emblanquecido y su cuerpo debilitado. Ve a su hadita que se acerca vivazmente a él como siempre suele hacerlo, pero descubre que sus alas se van desapareciendo, no viste ya de luz y no puede más volar. Han pasado los años, se ha desvanecido su magia pero la hadita sigue siendo una niña, sus chapitas son rosadas y su cuerpo y su mirada no muestran madurez. La bruja aún luce su vestido hermoso de fierro, solo que ahora la ha hecho aún más inaccesible y el silencioso duendecillo ha perdido su  inquieta creatividad.

    El Rey despierta alarmado sin comprender el sentido de su sueño, así que para conseguir claridad decide ir en búsqueda de la Pitonisa de leones y serpientes. Esta misteriosa mujer es temida por el alto costo de la transformación que provocan sus palabras en la persona que las escucha. Ella habita en la cueva en la que la intuición y la oculta sabiduría de la serpiente se reúne con la inteligencia solar y el ardiente instinto del león.  Para ser recibido el visitante debe llegar caminando desde su casa con los pies desnudos sintiendo la tierra. Conociendo esto, el Rey se quita por primera vez sus pesadas botas de fierro que lo protegen de sus enemigos y se encamina en búsqueda de la Pitonisa.

    Después de tres largos días de peregrinaje el Rey llega a su destino. Entra en la cueva de leones y serpientes, la obscuridad y el aire helado que hay allí, le despiertan y le agudizan los sentidos. Avanza lentamente a tientas hasta el momento en el que empieza a sentir un ligero calor que va aumentando conforme una luz va acercándose a él. Finalmente distingue entre las sombras a una mujer, la intensidad de su presencia es tan fuerte que el Rey comprende la razón por la que ella habita dentro de un lugar tan frío. Es la Pitonisa, su abundante cabello escarolado e indómito refleja su enérgica naturaleza y parece inverosímil que por esa misma esencia camine mostrando ya cierto cansancio. Su singular vestimenta oculta remembranzas que solo ella conoce, su paso firme y su mirada fija son de quien se hace presente plenamente en el espacio y en el tiempo en los que está. Ella sigue avanzando hasta detenerse entre dos muros sagrados, uno rojo y uno verde, el significado de ambos son un enigma para el visitante y aunque la razón de su valor se deje a simples especulaciones, estos reflejan el misterio con el que la Pitonisa se expresa en su vida. Es entonces cuando el Rey le cuenta su sueño, con temor de lo que obtendría como respuesta. En efecto, conforme la sabia mujer inicia a hablar, el Rey ve que sus palabras salen en forma de fuego. Él en un instante, saca su espada para defenderse de ellas, pero estas ya arden en sus oídos, él grita con furia intentando silenciarla y no soportando aquellas palabras que suenan a desprestigio, humillación, coacción, derrota, sumisión y deshonra, sale corriendo deseando no haber acudido a la ayuda de la mujer que reúne las fuerzas de la serpiente y el león.

    El Rey agotado y  entristecido camina lentamente hacia su reinado intentando purificarse de las imágenes que la Pitonisa había declarado, pero éstas como fuego en su memoria continúan intoxicando cada uno de sus pensamientos. Después de cuarenta noches de batalla silenciosa, llega a su tierra resignado y decidido a seguir los consejos de la sentencia recibida.

Humanización del Rey

    El Rey se detiene frente a la entrada de sus dominios y se quita cuidadosamente su corona, la entierra bajo sus pies y siente cómo se deslinda de su gloria y supremacía para sentir por primera vez su propia piel. Después, lanza a lo lejos su espada con la que derrumbaba todo tipo de barreras, reconociendo su naturaleza voraz e inclina la cabeza, sometiéndose a los ciclos de la luna que rigen la tierra. Por último, deja caer su capa roja que protegía su imagen de no develar debilidad alguna.

    Ahora sí, desvestido de su heroísmo y sintiendo la vida correr por sus venas, entra  a su reinado con una actitud y una visión renovadas.



El regreso

    El hada del Rey lo esperaba con ansia y apenas lo ve llegar corre alegremente a recibirlo. Él, desconcertado, no sabe cómo reaccionar ante su nueva realidad y la pequeñita se queda paralizada y sorprendida al descubrir en sus ojos algo que desconocía en él.

    “Es mi tristeza” le dice el Rey, mientras una lágrima resbala por su mejilla. Ella lo mira con una ternura tal, que en el momento le hace sentir como si su fragilidad fuese lo más puro y valioso de su vida. El hada, con uno de sus delicados deditos recoge su lágrima con cautela, contemplándola como si fuera un mensaje silencioso y, de golpe, con su ímpetu infantil, se abraza a él sintiendo por primera vez el amor genuino de un padre, desvaneciendo a la vez la ilusión de un héroe fabuloso que bajo su mando todo se rige. En ese abrazo ambos sienten el gozo de tenerse el uno al otro y juntos descubren el valor de su vulnerabilidad.

   

Al abrir sus ojos el padre se encuentra con una niña sin alas, ni luz mágica, sino a una hija sonriente, con las mejillas sonrojadas y su cabello lacio y castaño que cae desordenadamente sobre sus hombros.  Ella observando a su alrededor, reconoce no estar en un jardín floreado cercado y protegido por un Rey, sino en un mundo infinito por conocer lleno de cosas maravillosas y desafiantes; siente limitantes en sí misma y descubre habilidades propias que la dejan sorprendida.

    “¡Antje!” escucha que alguien la llama con una voz dulce que le parece reconocer. Al voltear, ella ve los cabellos largos dorados que caen a forma de río y se detiene por un momento al encontrarse con  la mirada tan suave y amorosa de su madre. Antje corre hacia ella para ser recibida con un abrazo que la nutre de calma y descanso, sus manitas acarician el vestido rosado de seda  y mientras escucha lo que le susurra al oído va comprendiendo la razón por la que su padre parecía hipnotizarse con sus palabras.  De repente, Antje brinca de un susto al oír un grito del que parecía ser de un duendecillo inoportuno y por primera vez se siente atraída por esa vocecilla tan única. Ella corre tras su hermano para aventarse juntos a su cubo de juguetes donde ríen a carcajadas.

    ¡”Papá!” gritan los dos niños disfrutando de sus juegos.

    El Padre gustoso los contempla y poco a poco  el mensaje de la Pitonisa va esclareciéndose en su mente: el haber permanecido con la imagen de héroe lo  habría convertido algún día en villano. Vivir el rol del Rey omnipotente, lo habría privado de conocer a su hija en verdad, pues los Reyes solo tienen reinas, hadas y princesas a su alrededor. Ambos padre e hija  sacrificaron una fantasía que compartían juntos, pero gracias a esto, recuperaron a cada miembro de su familia. Aún más que eso, para Antje, perder a su héroe y dejar de ser el hada del Rey, significó para ella ganarse a sí misma.


"Este fue el cuento de un padre que hizo un acto heroico por amor
y es el cuento de una hija que recibió el regalo de poder iniciar a vivir la magia de su propia vida."

Viviana, 2011


Comentarios
por Dra. María Guadalupe Abac Archundia

Es curioso observar que tanto el padre débil como el padre héroe abandonan a los hijos y, por consiguiente, estos quedan anhelantes y sin capacidad de relación, pues no hay a su alcance una figura de hombre, humana y real.

Recordemos que el Principio del Padre nos provee de autoridad interior y, además, de un desarrollo sano del espíritu.

Este cuento es parte del trabajo psíquico de Viviana, para convertir a su padre interior ya no en un héroe sino en un ser común y corriente, que le permita la relación consigo misma y con sus potencialidades.

Una fijación a la figura del padre origina el arquetipo llamado Puella: la hija del padre, que puede hacer que la mujer desarrolle un síndrome de la eterna niña o la eterna muchacha, la princesa, la joven que busca el conocimiento para complacer al padre.

Otro punto interesante en el fenómeno de la Puella es que, cuando el padre es un héroe solar, un hombre grandioso, puede provocar en la niña el sentimiento de no poder alcanzar esa grandiosidad y, por lo tanto, no ser suficiente por ella misma, porque el padre está tan ausente que ella no es tan valiosa para ser amada. Y entonces, por tener siempre un sentimiento de no valer, de ser débil, de ser imperfecta, de baja autoestima, desarrolla un espíritu competitivo que mata la posibilidad del eros en su vida personal.

Lo que ella plantea en el cuento es que el padre solar, en lugar de salir al mundo a lograr triunfos que lo coronen aún más de poder o dinero, deberá hacer un viaje interior para lograr el sentido propio de su humanidad y, en esa forma, poder darle a sus hijos una perspectiva más real del logos, del espíritu y de la capacidad de penetración al mundo, de realización y concreción.

En el cuento vemos, apreciamos, cómo el padre tiene que transformarse en un ser humano para poder relacionarse con su mujer, su esposa, para que así ella no se convierta en la bruja, en el hada mala, y sus hijos puedan ser únicamente niños y disfrutarse en la cotidianidad de la que hablamos, esa de la realidad de todos los días. Al humanizarse, el padre puede presentar sus emociones, afectos, de una manera que invita a la cercanía, a la relación amorosa entre su familia.

Es interesante también el hecho de que el cuento presente la rivalidad con la madre y los celos con el hermano pequeño, y es sólo hasta que se humaniza el padre que puede haber una relación amorosa entre los cuatro.


Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Junio de 2011

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